-Enrique González Martínez- (fragmento editado).Cuando sepas hallar una sonrisa
en la gota sutil que se rezuma
de las porosas piedras, en la bruma,
en el sol, en el ave y en la brisa;
entonces en las flamas de la hoguera
de un amor infinito y sobrehumano,
como el santo de Asís, dirás hermano
al árbol, al celaje y a la fiera.
De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), en el año 2015, el número de personas con depresión en el mundo superaba los 300 millones (4.4% de la población mundial). Además, casi el mismo número de personas sufre algún tipo de trastorno de ansiedad (muchas personas presentan ambas condiciones simultáneamente). Asimismo, la depresión es el principal factor que contribuye a las defunciones por suicidio (1).
Se calcula que en el año 2015 fallecieron 788,000 personas debido al suicidio; muchas más cometieron intentos, pero no fallecieron. El suicidio representa cerca de 1.5% de todas las defunciones en el mundo, está entre las 20 principales causas de muerte en el 2015. En ese mismo año el suicidio fue la segunda causa principal de muerte a nivel mundial en personas de edades comprendidas entre los 15 y 29 años (1).
Por si no fuesen suficientemente trágicas esas cifras, es evidente que el número sigue aumentando año con año.

Aunque resulte obvio, no está de más decir que nuestra región no es la excepción a ese panorama, basta con dar una ojeada a los periódicos, cada vez con más frecuencia se registran casos de suicidio (o intentos de); así mismo, va en aumento el consumo de drogas (legales o ilegales) en todos los sectores de la población y cada vez a más temprana edad, así como el uso y abuso de las “redes sociales” y todo lo que eso conlleva.
Es evidente que son problemáticas multifactoriales, no hay una sola causa para ello y tampoco hay recetas mágicas que las resuelvan. Sin embargo, como veremos en este texto, si hay cosas por hacer para mejorar la situación. En particular nos enfocaremos en impacto que tiene el medio ambiente y el contacto con la naturaleza en la salud mental.

Esparcimiento en el río San Pedro
Primero que nada, debemos alejarnos de la idea de que salud es simplemente la ausencia de enfermedad: la “salud mental es salud integral, no es solamente ausencia de enfermedades, sino también el desarrollo de las potencialidades para la vida y la interacción social que son inherentes a la naturaleza humana” (2). La Organización Mundial de la Salud (OMS) la define como: “un estado de bienestar mental que permite a las personas hacer frente a los momentos de estrés de la vida, desarrollar todas sus habilidades, poder aprender y trabajar adecuadamente y contribuir a la mejora de su comunidad” (3).
Un factor importante en esta historia es el estrés, en el campo de la medicina este se define como: “la respuesta del cuerpo a una presión física, mental o emocional”. En el cuerpo se “producen cambios químicos que elevan la presión arterial, la frecuencia cardíaca y las concentraciones de azúcar en la sangre. A nivel psicológico “suele producir sentimientos de frustración, ansiedad, enojo o depresión”. El origen del estrés puede estar en “las actividades de la vida cotidiana o determinadas situaciones, como un acontecimiento traumático o una enfermedad”. Lo más importante es que, “es posible que si el estrés es intenso o dura mucho tiempo produzca problemas de salud física y mental” (4).


De acuerdo a la OMS “todas las personas tenemos un cierto grado de estrés, ya que se trata de una respuesta natural a las amenazas y a otros estímulos” (1), la importancia radica en la magnitud y duración de dicho estrés y este se relaciona directamente con el entorno y la forma en que interactuamos con él, el estilo de vida, y con las herramientas cognitivo conductuales que cada persona adquiere y desarrolla para enfrentar dichas situaciones.
Cada individuo tiene un umbral de tolerancia diferente, esto quiere decir que a todos nos afectan de manera distinta los estímulos, pero a todos nos afecta, dicho efecto puede ser positivo o negativo; por ejemplo: hay personas que disfrutan un día nublado y otras no.
También existe el fenómeno de habituación, cuando este ocurre hay una “disminución de la sensibilidad a un estímulo externo cuando este se repite de idéntica forma” (5). Esto significa que nos acostumbramos a determinadas situaciones (ruido, cansancio, uso de drogas, etc.), y únicamente nos percatamos de ello hasta que cambia de intensidad, es decir, si es menor o mayor, pero eso no significa que no nos afecte, sino que únicamente nos hemos habituado. Pongamos un ejemplo muy sencillo, piensen en un día con una temperatura de 16° C, si ocurre en invierno, después de varios días de frío intenso, nos parecerá cálido; sin embargo, si es a mitad del verano, después de varios días de mucho calor, nos parecería frío. Y la temperatura es igual ,16° C, esto ocurre porque nuestro organismo se habitúa a las temperaturas con el paso de los días y únicamente nos percatamos cuando hay cambios considerables. Así pasa con el consumo de drogas, la falta de sueño, la violencia, el tiempo de uso de redes sociales, el estrés… y el cuerpo trata de adaptarse, y para ello realiza cambios, libera sustancias, cambia la conducta.


Cada organismo es distinto y tolera de forma distinta esos cambios, igualmente cada situación impacta de forma distinta y con diferente grado de intensidad y costo para el cuerpo. Algunas personas se ponen de mal humor, otras se aíslan, otras enferman con más facilidad y frecuencia, otras usan más drogas, otras se encierran más en el las redes sociales, tienen más dificultad para aprender, les resulta más difícil concentrarse, pierden el apetito o comen más, hay disfunción sexual, ansiedad, se pierde la capacidad de gozo y gusto por todo, viene la depresión…
Un factor importante en la actualidad son las redes sociales, y esto es por varias razones, primero porque “las redes sociales son una de las principales fuentes de información acerca de los trastornos mentales (y casi cualquier tema). De este modo, son capaces de perpetuar y expandir ciertas ideas y conductas, en múltiples ocasiones erróneas, que la población asimila como real”, en otras ocasiones ocurre que “en el intento de educar sobre la existencia y manejo de una enfermedad, se acaba cayendo en una romantización de la misma” (6), esto quiere decir que se pinta a los padecimientos mentales como algo “casi deseable”, sin poner énfasis en las graves consecuencias que tienen para quien las padece.
Ahora pongamos un par de ejemplos de cómo el entorno (y lo que estamos haciendo de él) influye directamente en nuestro cuerpo; para poder entender otro aspecto de las consecuencias de la destrucción de los ecosistemas sobre el mismo artífice de dicha destrucción.



Quizá ya para nadie sea novedad que el paneta se está calentando, el invierno del año pasado (2023) fue el más caliente del que se tenga registro, y esta primavera actual (2024) parece dispuesta a ser lo más parecida posible al verano, temperaturas de alrededor de los 40° C y más de 12 horas al día con 30° C o más.
De acuerdo al profesor Hugo Sánchez Castillo, de la Facultad de Psicología de la UNAM, “el calor puede convertirse en una amenaza para la salud, dado que el cuerpo necesita mantener una temperatura interna cercana a los 37ºC para funcionar correctamente. Al superar este límite, puede aparecer el estrés térmico, un posible detonante de otras afecciones”. El estrés térmico es “un estado que se induce por un aumento de la temperatura ambiental, y está particularmente asociado con un estrés tanto psicológico como metabólico”
“Las consecuencias de ello pueden ser: problemas de sueño, sensación de vértigo, mareo, ansiedad, tristeza, bajo rendimiento laboral, etc. Además, el calor excesivo puede desencadenar una respuesta fisiológica en nuestro organismo que genera mecanismos adaptativos para nuestra supervivencia, y entre esos mecanismos puede aparecer la violencia” (6). Cabe aclarar que, esto no quiere decir que la violencia sea una reacción inevitable o que ocurra a todas las personas, es sólo un posible efecto.
Otra “cualidad” de nuestra región es la omnipresencia de bocinas (basta ver que no hay tienda donde no vendan estos artículos, hasta en las carnicerías las han de vender). Al parecer ya no se puede vivir sin estar permanentemente pegado a una bocina, y preferentemente lo más potente posible, lo importante no es lo que escuches tú, sino que tan lejos llegue el ruido. Y claro está, esto se convierte en un duelo de volumen. Agregue usted el ruido de motores y escapes diseñados especialmente para hacer más ruido del que deberían (motocicletas, razers, etc.).Y, ¿qué hay de malo en eso?
Dejando de lado el daño que hace a la vida silvestre (para concretarnos en la salud mental humana); “la naturaleza estresora del ruido se ha puesto de manifiesto en múltiples investigaciones sobre los efectos que éste tiene sobre la salud, las interacciones sociales y los procesos psicológicos” (7), “los efectos no auditivos del ruido comunitario, debido fundamentalmente a las zonas de ocio, encontrando relaciones entre éste y el nivel de insatisfacción con el barrio y con el estado de ánimo en personas mayores de 17 años” (7).
“Una revisión de más de 30 estudios, demuestran que la exposición al ruido, tanto de forma puntual como crónica, produce disminuciones en el rendimiento y la motivación, provocando la aparición de indefensión ante otros estresores. De hecho, ya en 1996, a través de un estudio experimental, se muestra que el ruido actúa como un potente multiplicador de los efectos de otros estresores” (7).
Como podemos ver, estamos creando un ambiente hostil para nosotros mismos, y no solo eso, la llamamos “diversión” algunas veces. Como dice alguien por ahí. “estamos destruyendo el planeta, nos estamos destruyendo unos a otros, y ni siquiera lo disfrutamos”.



En nuestra región cada día quedan menos espacios naturales, ya no digamos silvestres, ni siquiera jardines, se pone de moda el tener “jardines de plástico”. El concreto deja poco espacio a la tierra y la vegetación se desea únicamente como adorno. La vida silvestre se ve como enemigo: las plantas son “maleza” y los bichos son “plaga”.
Hay diferentes estudios que muestran y demuestren los efectos positivos que tiene la interacción con la naturaleza sobre nuestros estados mentales. No son pocos los testimonios de personas que, padeciendo alguna enfermedad mental, reportan bien estar al practicar actividades como “pajarear” (observación de aves).
“Por lo general, estar en la naturaleza se asocia con la actividad física, la vegetación, los aromas y la síntesis aumentada de vitamina D. Sin embargo, en la depresión, el mal tiempo y la mala salud, la sugerencia de estar en la naturaleza a menudo resulta poco atractiva y requiere una motivación adicional, un estímulo positivo. Un argumento de este tipo a favor de salir al exterior es la observación de aves. Las personas se conectan emocionalmente con las aves, aprenden sus características diagnósticas y se toman el tiempo para observar nuevas especies. Un efecto sorpresa es visible durante la observación de aves, afectando la secreción de oxitocina y la actividad cerebral humana de manera más eficiente. Entre las especies, cada persona puede encontrar sus favoritas dependiendo de sus propias necesidades emocionales, género, edad y experiencia de vida. Los viajes con binoculares y escuchar cantos de aves afectan positivamente la atención, mejora del bienestar en la depresión” (8).



“Algunas investigaciones también sugieren que las personas que pasan menos tiempo en el mundo exterior reportan más ansiedad y trastornos depresivos. Los estudios han sugerido que el número de aves de diferentes especies observadas en parques, jardines urbanos, etc., podría tener un impacto positivo en su bienestar mental” (9).
“Estudios anteriores indican que las personas que tienen la capacidad de identificar las especies de aves tienen menos probabilidades de sufrir depresión, lo que significa que la interacción con la naturaleza y las aves tiene un impacto positivo en la salud mental” (9).
“Tales estudios han llevado a pensar en algunos componentes clave de la naturaleza que influyen en nuestro bienestar mental. Así, las aves y la naturaleza alrededor del hogar constituyen una medida preventiva en el bienestar mental” (9).

Pero “el aumento de la urbanización ha llevado a una lenta desconexión de los seres humanos con la naturaleza, lo que conduce a un aumento del estrés, la ansiedad y los trastornos del estado de ánimo” (9).
Por si alguien aun piensa que aquí no hay aves para observar, nuestra organización tiene registradas (a la fecha) 266 especies en la región. La mala noticia es que, salir a observar (aves o vida silvestre en general), es siempre una experiencia agridulce, mientras la naturaleza reboza de belleza, los humanos la llenamos de basura, ruido y destrucción.
Todavía es tiempo de rectificar, hagamos del planeta un lugar habitable, cumplamos con el lugar común de “dejarlo mejor de cómo lo encontramos”, o mínimo no lo empeoremos. Dense la oportunidad de salir y apreciar toda la vida que nos rodea, se sorprenderán y su vida ya no será la misma. No le quiten a nadie la oportunidad de conocer la exuberancia vital de nuestra región, no la destruyan, seamos parte de la vida.

Los padecimientos mentales son un asunto muy serio, nuestra salud mental es la base para tener una vida vivible. Y no es una cuestión de “echarle ganas” o “estar triste”, la depresión, por ejemplo, es una enfermedad muy seria con consecuencias muy graves para quien la padece y que requiere atención especializada. Además, socialmente aun persisten muchos prejuicios al respecto, al grado que la persona que lo padece se avergüenza e incluso se siente culpable de estar enferma, como si dependiera de sí misma el estar enfermo. Cosas que por supuesto no tienen razón de ser, las enfermedades mentales, como cualquier otra enfermedad, no son una elección y deben diagnosticarse y atenderse por especialistas.
Nunca desestimen cuando alguien hable de no querer vivir, acompáñenla, esa persona requiere atención, seamos más humanos, en el sentido natural de la palabra. Somos parte de la naturaleza, no nos pertenece, respetémosla, respetémonos.
Texto y fotografía por Vida en el río San Pedro, excepto cuando se indica. 3 de junio de 2024.
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Referencias:
- Organización Panamericana de la Salud. (2017). Depresión y otros trastornos mentales comunes. Estimaciones sanitarias mundiales. Washington, D.C.: Licencia: CC BY-NC-SA 3.0 IGO. Disponible en https://iris.paho.org/bitstream/handle/10665.2/34006/PAHONMH17005-spa.pdf
- de la Fuente, R. (1978). El ambiente y la salud mental. Salud Mental 2(1). Disponible en http://www.revistasaludmental.mx/index.php/salud_mental/article/view/27/27
- Organización Mundial de la Salud. (2022). Salud mental: fortalecer nuestra respuesta. Disponible en https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/mental-health-strengthening-our-response/?gad_source=1&gclid=EAIaIQobChMI_NKa8tzDhAMVtR-tBh1hAAduEAAYASAAEgL-fvD_BwE
- Instituto Nacional del Cáncer. (s.f). Definición de estrés. Disponible en https://www.cancer.gov/espanol/publicaciones/diccionarios/diccionario-cancer/def/estres
- Psiquiatria. (s.f). Definición de habituación. Disponible https://psiquiatria.com/glosario/habituacion
- Herrera, P., Sánchez, E. (2023). El estrés térmico: otra afectación del calor. Global Revista. Disponible en https://unamglobal.unam.mx/global_revista/estres-termico/
- Ruiz, C., Hernández-Fernaud, E., Hernández, B. (2004). Estrategias de afrontamiento al estrés producido por el ruido percibido dentro de la vivienda. Medio Ambiente y Comportamiento Humano. 5(1y2). Disponible en https://mach.webs.ull.es/PDFS/Vol5_1y2/VOL_5_1y2_g.pdf
- Tryjanowski, P., Murawiec, S., Grimalt R. (2022). Nature and Mental Health—Birding is a Proven Solution. Alpha Psychiatry. 23(5): 262–263. Disponible en https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC9623220/
- Ravish, H., Srinivas, H., Shravan. (2018). Natural Birdwatching Can Reduce Anxiety, Depression and Other Mental Illness. Global Journal of Otolaryngology. 16(4). Disponible en https://juniperpublishers.com/gjo/pdf/GJO.MS.ID.555941.pdf

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