
Una vez pasada la euforia de la temporada de lluvias y la contingencia de la crecida del río San Pedro (contingencia y daños en varios aspectos ocasionada por la ambición, malos manejos y negligencia humana), regresamos a la “normalidad”. En las notas periodísticas lo primero que se dice es que al llenarse la presa el próximo ciclo agrícola está garantizado (lo cual está muy bien, por supuesto), que con las lluvias habrá mejor producción de nuez, y así, todo parece que gira en torno a la agricultura. Nadie habla de si se recuperara la carga de los mantos freáticos (agotados también por la agricultura intensiva y la inagotable sed de los nogales), mantos freáticos de los que se extrae el agua que bebemos, por cierto, pero que parece ser menos importante que garantizar el ciclo agrícola.
Hoy eso ya pasó, el río ya se ha vuelto a secar (queda una pequeña corriente solamente), en su mayor parte quedan solo arenales y restos de árboles y vegetación cubiertos de la basura que arrastró la corriente y que no deja de impresionar, es enorme la cantidad de basura que ha quedado ahí y que nadie parece ver (además de la que se generó con las visitas para ver el río crecido).


Otra cosa en la que nadie repara es que, actualmente, el humedal de importancia internacional, sitio Ramsar 2047, ya no existe; se lo llevó la corriente. Hoy el río San Pedro es sólo un riachuelo, no un humedal.
Según la definición de humedal de la convención Ramsar: “todas aquellas extensiones de marismas, pantanos y turberas o superficies cubiertas de agua”.
Otra definición: son tierras de transición entre los sistemas terrestres y acuáticos, donde el manto o nivel freático está generalmente en o cerca de la superficie o bien la tierra está cubierta por aguas poco profundas (Cowardin, et al., 1992). Conjuntan gran parte de la variabilidad ambiental que se puede encontrar entre los ecosistemas más secos y forman una serie de tipos que de manera general son comparables, difiriendo principalmente en su grado de humedad o inundación (Wheeler, et al., 2002).
Después de la temporada de lluvias, queda una corriente de agua y algunos charcos, ninguna extensión cubierta por agua.


Esto obliga a preguntarse: ¿Qué pasará ahora? ¿Se dejará que el río permanezca como está y la naturaleza haga de él lo que tenga que hacer? ¿Se creará de nuevo el humedal como se hizo antes? ¿Se dejará todo el escombro que se acumuló para “evitar” inundaciones?, etc.
Son muchas las preguntas que surgen al ver la realidad del río posterior a la temporada de lluvias y la creciente que ocasionó, pero igual que el destino de 3M7 y su compañero (los pelícanos que estaban varados en el humedal por tener las alas rotas), a nadie parece importarle. No olvidemos que estamos en plena transición de migraciones, es decir, los migrantes de primavera verano se están yendo y los de otoño invierno empiezan a verse, la fauna acuática migrante de la región es de invierno, en la actualidad no tendría a donde llegar y, salvo aves como ibis o garza ganadera, que duermen en el río y se alimentan en campos de cultivo, los demás si dependen de las zonas inundadas para descansar y alimentarse, de no encontrar el humedal, deberán seguir su camino hacia otras regiones.



Texto y fotografía por Leonardo Hernández Escudero, colaborador de este sitio. 22 de septiembre de 2022.
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